En
nuestro día a día es común escuchar que poseemos una historia, pero ¿quiénes
son los que “hacen” la Historia y quiénes realmente la poseen? La respuesta
sería el “historiador” y la “sociedad”. Sin embargo, esto es una paradoja
porque al conocimiento histórico se le impone tomar distancia con su objeto de
estudio y sociedad, anteponiendo a su escuela, institución o corriente historiográfica
que legitime su investigación. Así, la mayor parte de los trabajos históricos
creen que “hacen” Historia al “decir lo que ha ocurrido”, contemplando y
escarbando en una montaña de archivos en la búsqueda de evidencias que muestren
la verdad, como si fuera un caso a
resolver y la Historia fuera juez del pasado.
Pero en esta sociedad carente de sentido ¿qué utilidad tiene un conocimiento que dice lo que “verdaderamente ha ocurrido” y hasta qué punto es aceptable? Alain Badiou en su libro El siglo, llama a nuestra sociedad la de “la pasión de lo real” que trata de evidenciar la distancia entre lo ficticio y lo real partiendo siempre de la sospecha. Por esta razón, se duda del pasado y aún más de quienes lo escriben (los historiadores). Entonces, cabe preguntarse si en esta época que sospecha de todo y sin sentido ¿es posible hablar de hacer historia? La respuesta es sí, siempre y cuando estemos dispuestos a cuestionarnos sobre el papel de la disciplina y de los que participamos en ella.
Para salir de esta sospecha, más que esclarecer será necesario destruir todo tipo de legitimación, partir de la nada: sin escuelas, sin instituciones, nadar a contracorriente de los pensamientos y creencias, entre las esperanzas y frustraciones compartidas y “hacer” frente a nuestra realidad. Puesto que articular el pasado no significa contemplarlo en la búsqueda de la verdad, sino actuar en él desde el presente, captar esos destellos cargados de olvidos y de fuerza subversiva, porque en esta sociedad sin sentido, lo único real es que se necesita de él y por tanto, no se puede prescindir del conocimiento histórico siempre que esté al servicio de la realidad misma.
El historiador debe olvidarse de las etiquetas, dar sentido de urgencia al peligro que se anuncia de la imposición de un pasado para la extinción del presente. Será necesario abandonar nuestro lugar, movernos fuera de la academia en diálogo e intercambio con otras disciplinas, como una acción necesaria para nutrir a las ciencias sociales, generar espacios de diálogo franco y abierto sobre temas en común con miradas diferentes. Por ello, la propuesta de este nuevo número de Revés Histórico es la “multidisciplinariedad”, buscando ese espacio compartido esperando sea el primero de muchos.
Pero en esta sociedad carente de sentido ¿qué utilidad tiene un conocimiento que dice lo que “verdaderamente ha ocurrido” y hasta qué punto es aceptable? Alain Badiou en su libro El siglo, llama a nuestra sociedad la de “la pasión de lo real” que trata de evidenciar la distancia entre lo ficticio y lo real partiendo siempre de la sospecha. Por esta razón, se duda del pasado y aún más de quienes lo escriben (los historiadores). Entonces, cabe preguntarse si en esta época que sospecha de todo y sin sentido ¿es posible hablar de hacer historia? La respuesta es sí, siempre y cuando estemos dispuestos a cuestionarnos sobre el papel de la disciplina y de los que participamos en ella.
Para salir de esta sospecha, más que esclarecer será necesario destruir todo tipo de legitimación, partir de la nada: sin escuelas, sin instituciones, nadar a contracorriente de los pensamientos y creencias, entre las esperanzas y frustraciones compartidas y “hacer” frente a nuestra realidad. Puesto que articular el pasado no significa contemplarlo en la búsqueda de la verdad, sino actuar en él desde el presente, captar esos destellos cargados de olvidos y de fuerza subversiva, porque en esta sociedad sin sentido, lo único real es que se necesita de él y por tanto, no se puede prescindir del conocimiento histórico siempre que esté al servicio de la realidad misma.
El historiador debe olvidarse de las etiquetas, dar sentido de urgencia al peligro que se anuncia de la imposición de un pasado para la extinción del presente. Será necesario abandonar nuestro lugar, movernos fuera de la academia en diálogo e intercambio con otras disciplinas, como una acción necesaria para nutrir a las ciencias sociales, generar espacios de diálogo franco y abierto sobre temas en común con miradas diferentes. Por ello, la propuesta de este nuevo número de Revés Histórico es la “multidisciplinariedad”, buscando ese espacio compartido esperando sea el primero de muchos.
En este nuevo número podrás
encontrar:
1. “La rebeldía de los
estudiantes secundarios-universitarios chilenos y del Yo Soy 132 mexicano ante
las crisis del neoliberalismo”.
Nadia
Anel Juárez Titla.
2. ¿Rol social,
responsabilidad histórica, ejercicio de documentación o utopía? en relación al
investigador social.
Saida
Aranda Palacios.
3. Sobre el mito.
Naohcatzin
Mújica N.
4. Geografía histórica,
historia ambiental y su divulgación científica en México.
Míchel
Lizana Saldaña.
5. Ilustración:
Gerardo
Zayarzabal.
6. Estridente atroz poeta.
Erlantz
Castforth.
7. El tiempo y los relojes.
Una tarde con Walter Benjamin en Londres.
Alfredo
Duarte Corte.
8. El antes y el después de
la tragedia.
Carlos
Morales Galicia.
9. "La lectura del adiós".
Emilia
Quiyahui Vélez Silva.
10. El orden de la memoria,
un libro de Jacques Le Goff.
Práxedis
Praxis.
11. When The Wind Blows
(Cuando el viento sopla).
Felipe
Yáñez.
12. Track-Stacion: Ruido
Subterráneo.
Transgresor.
13. Biblioteca Social
Reconstruir.
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